Su biografía científica
Severo Ochoa nació el 24 de Septiembre de 1905 en Luarca (Asturias), siendo el pequeño de siete hermanos. Perdió a su padre cuando tenía siete años y su familia comenzó a pasar los inviernos en Málaga, donde el clima era más suave. Cursó los estudios de secundaria en el Instituto de Bachillerato de Málaga y allí recibió clases de un profesor de química, Eduardo García Rodeja, que fue quien le despertó el gusto por las ciencias naturales. Al terminar el Bachillerato en 1921, ya tenía el firme propósito de dedicarse a la Biología Experimental. Por aquel entonces, los estudios de medicina eran el mejor acceso a la biología. Por ello, en 1922 ingresó en la Universidad de Madrid para cursar la carrera de Medicina, atraído por la gran personalidad científica y humana de Santiago Ramón y Cajal (Premio Nobel de Medicina, en 1906), y como el mejor camino para seguir una carrera investigadora en ciencias biológicas. Ochoa nunca pensó dedicarse a la práctica médica sino que, desde el comienzo, su único objetivo fue prepararse convenientemente para llegar algún día a hacer buena Ciencia; aunque en aquellos años, el ambiente científico en España era escaso y poco propicio para que surgiera un científico de talla universal. Con la excepción de Cajal y sus discípulos, tan solo dos profesores de la Facultad de Medicina: Juan Negrín y Teófilo Hernando, Catedráticos de Fisiología y Farmacología, respectivamente, mostraban ciertas inquietudes investigadoras. Para Ochoa, fue una decepción el que Cajal se hubiera jubilado un año antes de cursar su asignatura de Histología. Aunque no llegó a conocerle en persona, la figura y los escritos de Cajal le ayudaron a forjar su personalidad. Ese alto concepto de Cajal, se mantuvo y acrecentó a lo largo de los años y así, al escribir en 1982 el epílogo a una biografía de Cajal, manifiestó : Tienes en tus manos la biografía del más grande hombre de ciencia que España ha tenido y uno de los más grandes que ha tenido la humanidad; de la estatura, a mi juicio, de un Galileo, un Newton, un Darwin, un Pasteur o un Einstein, que con su obra hicieron posible nuestra actual comprensión del universo, la naturaleza, la vida y de nosotros mismos.
Cuando cursaba el tercer curso de carrera, aceptó la invitación de Juan Negrín para ser instructor de clases prácticas en el Departamento de Fisiología, y es entonces cuando se inicia en la investigación, bajo la dirección del Dr. Negrín. En el verano de 1927, antes de terminar su carrera, decidió irse a trabajar durante dos meses al laboratorio del Dr. Noël Paton, en Glasgow. El fruto de esa investigación fue su primera publicación científica, titulada: "The action of guanidins on the melanophores of the skin of the frog" y presentada por el Dr. Paton en los Proceedings of the Royal Society of London (año 1928, volumen 102, páginas 256-263). Tras su regreso al laboratorio del Dr. Negrín, con su amigo José G. Valdecasas puso a punto un micrométodo para la determinación de la creatina en el músculo, que dio lugar a su segunda publicación de prestigio en la revista americana: Journal of Biological Chemistry, en 1929.
Al terminar la carrera de Medicina, Ochoa prosigue su etapa formativa buscando, en todo momento, trabajar junto a excelentes maestros, en ambientes científicos de excelencia. Así, entre otros, trabaja con Otto Meyerhof (Premio Nobel de Medicina, en 1923) en Berlín, en el mismo Instituto donde también trabajaba Otto Warburg (Premio Nobel de Medicina, en 1931). Más tarde, trabajaría en Londres con Harold Dudley y Henry Dale (Premio Nobel de Medicina, en 1936); en Heidelberg, de nuevo con Meyerhof; en Plymouth, con Hill; en Oxford, con Peters y finalmente, en el Departamento de Bioquímica de la Facultad de Medicina de St. Louis, Missouri, con el matrimonio Carl y Gerty Cori (Premios Nobel de Medicina, en 1947). Estas estancias en el extranjero estuvieron intercaladas con alguna otra en Madrid, donde llegó a ser Director de la Sección de Fisiología del Instituto de Investigaciones Médicas que dirigía el Dr. Jiménez Díaz. En 1931, durante una de esas estancias en España, se casó en Covadonga con la gijonesa Carmen García Cobián. En Septiembre de 1936, el matrimonio Ochoa abandonó España en busca de otros lugares más propicios para hacer la clase de Ciencia con la que Ochoa soñaba.
Efectivamente, ni la guerra civil española, ni la posterior guerra mundial, frenaron su carrera investigadora. Así, cuando su trabajo en Oxford se vió interrumpido por la Segunda Guerra Mundial, decidió marcharse a América. Ochoa, en su autobiografía, describe así su marcha a Estados Unidos : Un día de Agosto de 1940, Carmen y yo zarpamos para el Nuevo Mundo, no sin tristeza, pero llenos de esperanza y expectativas.
En 1942, da por finalizada su etapa de formación y empujado por Carmen, su mujer, acepta una plaza en el Departamento de Medicina de la Universidad de Nueva York y comienza su propia carrera científica como investigador independiente. Desde ese momento y hasta su jubilación en 1974, su carrera científica se desarrolla en esa Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York, en la que ocupa, sucesivamente, los cargos de Director del Departamento de Farmacología (1946-1954) y de Bioquímica (1954-1974). La sólida formación científica adquirida en cerca de veinte años, es la que le permite abordar posteriormente retos científicos que se sitúan en la frontera de la Ciencia en cada momento. Al jubilarse en 1974, acepta la invitación de los laboratorios Hoffmann-La Roche en Nutley, New Jersey y se traslada con su equipo al Instituto Roche de Biología Molecular. Desde 1977, dirige también un grupo de investigación en el Centro de Biología Molecular "Severo Ochoa" (CBMSO) de Madrid, que se creó gracias a su entusiasmo y apoyo. En 1986, regresa definitivamente a España, al CBMSO, donde continua su labor investigadora. Fallece en Madrid, el 1 de Noviembre de 1993.
Sus hallazgos : La polinucleótido fosforilasa y el Código Genético
Tras sus importantes contribuciones al mejor conocimiento de la glicolisis, el ciclo de Krebs, la fosforilación oxidativa, la fotosíntesis y el metabolismo de los ácidos grasos, llega el descubrimiento de la polinucleótido fosforilasa. En 1955, el grupo de Ochoa conseguía sintetizar, por primera vez en el tubo de ensayo, el ARN (ácido ribonucleico), la molécula que posibilita la transformación del ADN en proteínas, con la ayuda de un enzima, la polinucleótido fosforilasa, descubierta y purificada previamente en su laboratorio. Ochoa vió rápidamente la transcendencia de estos trabajos y más tarde lo explicó de este modo : Una enzima aislada del microorganismo Azotobacter vinelandii, cataliza la síntesis de polinucleótidos altamente polimerizados a partir de los 5'-nucleósidos difosfato con liberación de ortofosfato....Fácil es imaginar mi emoción cuando me di cuenta de lo que realmente ocurría. Un polímero de alto peso molecular, análogo al ARN, había sido sintetizado por primera vez fuera de la célula, mediante una reacción enzimática. Por estos trabajos, fue galardonado con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina, en 1959.
Así, el día 15 de Octubre de 1959, a la una de la tarde, en el Departamento de Bioquímica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York se recibía, desde Estocolmo, un telegrama dirigido al profesor Severo Ochoa, que decía literalmente : "The Caroline Institute has decided to award this year's Nobel Prize in Physiology or Medicine with one half to you and the other half to Professor Arthur Kornberg for your discoveries of the mechanism in the biological synthesis of ribonucleic acid and deoxiribonucleic acid. Sten Friberg. Rector of the Caroline Institute". Este premio, lejos de significar la meta final de sus ambiciones científicas, le estimuló para que en cinco años, en dura competencia con los laboratorios de Marshall Nirenberg y de Gobind Khorana, lograra el completo desciframiento de la clave genética. Para ello, fue esencial la utilización de la polinucleótido fosforilasa, auténtica "Piedra de Rosetta" del Código Genético. Por este descubrimiento, la llave que abrió las puertas de la Ingeniería Genética, de las técnicas de clonación y más recientemente, del nacimiento de Dolly, la primera oveja clonada, los Dres. Nirenberg y Khorana recibieron el Premio Nobel de Medicina, en 1968. Ochoa mereció pues compartir ese premio, que hubiera significado su segundo Premio Nobel. Llegado ese momento, el ansia por investigar, que para Ochoa era "arrancarle secretos a la vida", no cesó y continuó estudiando los mecanismos de la expresión génica de los virus ARN, la biosíntesis de proteínas en bacterias y finalmente, la regulación de la síntesis de proteínas en células superiores.
Esta biografía científica se comprenderá quizás mejor, si relatamos aquí la anécdota con la que Ochoa comienza su autobiografía. Recuerda una tarde, a finales de los años cuarenta, en que estaba con su mujer en una fiesta en honor de los Premios Nobel Loewi y Dale y se le pidió que firmara en el libro de asistentes e indicara, además, cual era su "hobby". Sin dudarlo, escribió que su "hobby" era, la Bioquímica. Quizás por ello, estuvo durante cincuenta años a la cabeza de las investigaciones punteras en Bioquímica y Biología Molecular.
Su influencia en el desarrollo de la Bioquímica y Biología Molecular en España
Con ser admirable la faceta investigadora de Ochoa, su figura se engrandece cuando analizamos el decisivo papel que jugó en el desarrollo de la Bioquímica y Biología Molecular en España. Así, ejerció una influencia directa sobre los numerosos discípulos españoles que acogió y formó en su laboratorio de los Estados Unidos, entre los que se encuentran: Santiago Grisolía, Margarita Salas, Eladio Viñuela, Antonio Sillero, César Nombela y César de Haro; pero también influyó, indirectamente, sobre otros científicos españoles como Alberto Sols, Antonio García Bellido, Julio R. Villanueva y Manuel Losada. En el verano de 1961, en Santander, Ochoa se reúne con la comunidad científica española y estimula la creación de la Sociedad Española de Bioquímica, algo que se produce dos años más tarde, durante la celebración de la segunda reunión de los bioquímicos españoles en Santiago de Compostela. Dicha Sociedad, inició su andadura con una treintena de socios fundadores y en la actualidad, convertida en la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular, la integran más de dos mil socios. Años más tarde, juega un papel decisivo, como ya se ha mencionado, en la creación del CBMSO, un Centro de excelencia, que debería impulsar la investigación en Biología Molecular agrupando algunos de los investigadores más relevantes en este campo. En 1977, el CBMSO comienza a funcionar plenamente y desde el principio, Ochoa tiene su propio grupo de investigación. En Enero de 1986, se incorporó definitivamente al CBMSO del que, en algún momento, manifestó: La existencia del CBMSO y la presencia de mis discípulos me ayudaron a tomar la decisión de regresar a España al cumplir los ochenta años. Me enorgullece decir que el Centro de Biología Molecular fue mi sueño,... Gracias al CBMSO, a sus científicos y a todo su personal, ya no se puede decir que no existe investigación en España.
Desde su regreso procuró, por todos los medios que tuvo a su alcance, despertar las conciencias de la sociedad española y de sus gobernantes, para que valorasen justamente lo que representa la investigación científica en el bienestar de un país. A menudo, se le escucharon frases como éstas: "Los países con un nivel elevado de desarrollo tienen un nivel elevado de Ciencia propia. El Estado tiene la obligación inexcusable de promover la investigación científica". Su preocupación e interés porque España alcanzara el nivel científico de los países europeos más avanzados, se concretó en su respuesta a un diario madrileño, que le preguntó cual sería su sueño dorado, a lo que respondió de su puño y letra : Que España posea Ciencia y Tecnología propias. Tal vez por ello, tras su fallecimiento y por voluntad testamentaria, se constituyó la Fundación Carmen y Severo Ochoa, para perpetuar el nombre de su esposa y reafirmar su ferviente deseo de que España se incorpore algún día a los países científicamente más desarrollados.
Su perfil humano
En estas líneas he tratado de plasmar con algunos datos, la enorme pasión, dedicación y entusiasmo de Ochoa por la investigación científica; la incuestionable transcendencia de sus contribuciones al desarrollo de la Ciencia y su influencia decisiva en el despertar de la Bioquímica y Biología Molecular en España; características, todas ellas, admirables y difíciles de ver reunidas en una sola persona. Sin embargo, tras una larga convivencia con Ochoa, yo destacaría, por encima de todo, su perfil humano. Es bien sabido, el profundo vacío que le causó la prematura muerte de su esposa, pero solo algunos vivimos el trato cariñoso, lleno de ternura y respeto, que dispensaba a Carmen en cada momento. A su mujer le dedicó esta bellas palabras: En mi vida hay algo que ha merecido la pena, y no es la investigación científica, sino el haber tenido su amor. ¿Cómo puede sorprenderse nadie de que diga que mi vida sin Carmen no es vida?. Quienes le conocimos, admiramos la rara combinación de virtudes que adornaban su atractiva personalidad. Era modesto, tolerante y honesto y tenía un profundo sentido de la ética, el amor y la amistad. Era amante de la naturaleza y del arte; era, en definitiva, un hombre bueno. Quizás, alguno de estos atributos se proyectaron hacia una parte de la juventud, para la que Ochoa fue todo un símbolo. En muchas ocasiones, fui testigo presencial de la relación especial que se establecía entre Ochoa y los universitarios españoles, y de cómo sus conferencias o encuentros con los jóvenes eran vividas por éstos de forma apasionada. Para ellos y para las generaciones futuras, Severo Ochoa dejó escrito este legado: Si os apasiona la Ciencia haceros científicos. No penséis lo que va a ser de vosotros. Si trabajáis firme y con entusiasmo, la Ciencia llenará vuestra vida. En estas fechas, en que conmemoramos el cuadragésimo aniversario de la concesión del Premio Nobel y el sexto aniversario de su muerte, Ochoa sigue vivo en nuestra memoria, cumpliéndose así el pensamiento que alguna vez leí y que dice: Los hombres no mueren mientras su recuerdo viva en el corazón de quienes lo quisieron, mientras perduren las cosas que hicieron.